El arte de no parar de moverse

Irritante. Es sencillamente irritante cuando estás sentado en un transporte público y viene alguien a sentarse a tu lado y tiene el culo inquieto.

Sin ir más lejos hoy se ha sentado una señora de mediana edad, de esas que ahora que tienen patas de gallo sienten la necesidad de cuidarse.

Primero la ha liado para buscar y colocarse el cinturón de seguridad. No sabía si estaba intentando meterme mano, buscando petroleo o qué.
Cuando ha conseguido sacarlo y  asegurarse cual carga de avión se ha atusado, ha asegurado que su verticalidad fuera perfecta y golpe de cabeza para el flequillo. Diez segundos más tarde ha comenzado a escarbar en su bolso buscando algo infructuosamente.
Cuando ha terminado con eso ha comenzado a arreglarse la bufanda, que debía estar inapropiadamente colocada según la moda vigente.
Luego ha recolocado el culo en el asiento y golpe de cabeza para el flequillo.
Cuando ya parecía estar lista ha comenzado a hacer suaves vaivenes con la cabeza repitiendo esos estúpidos ejercicios de relajación que recomiendan los médicos cuando tienen nada que diagnosticarte y así satisfacer al paciente dándole algo para hacer que le distraiga de su inexorable camino a la muerte pasando por la tan indeseada como ineludible vejez.

Terminados sus ejercicios ha decidido escarbar de nuevo en su bolso del que finalmente ha salido un goma para el pelo.
A dos manos ha alisado una coleta perfecta, sin un pelo fuera del sitio y más tensa que los moños de ballet aunque con una longitud similar. Cuando ha terminado la obra de arte se ha atusado la ropa y golpe de cabeza.

Parecía que ya, pero entonces ha comenzado a balancear lateralmente el melón, completando así sus ejercicios matinales.

Después ha abierto por tercera vez el bolso, ha sacado una almohada inflable y ha hecho lo que bien debe de saber hacer con las pollas.
Se ha colocado y recolocado el bolso hasta dejarse moradas las piernas, se ha calzado la almohada, ha apoyado la nuca en el asiento y por fin me ha dejado en paz cuando se ha quedado dormida, aunque espero que muerta.

Qué coñazo de gente.

Orden de alejamiento de ciudadanos a políticos, pero no al revés

Torre Eureka y sus casi 300 metros
Hoy leo que el Ministerio del Interior, que preside Jorge Fernández Díaz, decidirá en cada caso la distancia mínima a la que los ciudadanos pueden exigir a los políticos que cumplan con su deber y expresar su descontento (www.publico.es), desmintiendo al secretario de Estado de Seguridad (Francisco Martínez), que dijo que sería de 300 metros por norma general.

Pero visualicemos qué son 300 metros: la Torre Eureka mide un poquitín menos. Ahora imagina que alguien desde la azotela le grita a alguien que está en la calle "¡No te olvides de comprar el pan!". Que me perdonen, pero a esa distancia ni se te ve ni se te oye.

Tan sólo espero que esa distancia sea mútua, sin excepciones durante las campañas electorales. Es más: me están entrando unas ganas de exigir que no se me acerque ninguno a menos de 300 metros...

Estos políticos son unos craks, haciendo y hablando. Es como el club de la comedia pero en versión 24 horas.

Cuando Felipe González no se quiere enterar

La breve vida que hasta el momento he disfrutado me ha enseñado que la gente tiene una facilidad espantosa para ver sólo lo que le interesa.

Por poner un ejemplo: es como si alguien se queja con aspavientos de que hay una mosca en su sopa mientras omite que la mesa donde reposa el plato está en la cúspide de una montaña de estiércol que entre él y sus amigos han estado creando durante muchos años a base de cagar con fuerza.

Cuando el cliente tenía la razón: Privalia y Cepsa

Vale: el cliente no siempre tiene la razón, pero no por ello se deja de cuidarle en lo posible. Y si conviene cuidarle, no hace falta mencionar que no conviene molestarle.

Esta es la buena filosofía empresaríal y precisamente la que no siguen ni Privalia ni Cepsa.


El caso de Privalia el llamativo teniendo en cuenta que se trata de una empresa de venta online, es decir, se forja su imagen en el medio en el que mal subsiste.

Nuevas tendencias informáticas, o sea

Que las empresas nos quieren vender la moto está claro: ellos quieren tu pasta.

Pero hay una gran diferencia entre obtenerla honradamente o timando. Las empresas de software no son una excepción y Microsoft es prácticamente la abanderada de aquello último. Capaz de venderte lo mismo una y otra vez y sin dejar de cagarla, está obteniendo lo que ha sembrado en sus usuarios: indiferencia.

Y los usuarios están matando a Microsoft con eso: indiferencia. Y por usuarios no sólo me refiero a quien tiene un ordenador en su cada, sino también a las empresas que usan programas de Microsoft.

Pondré un ejemplo: