A nuestro cuerpo le gustan las calorías. Entre un producto bajo en calorías y la el mismo producto pero en su versión alta en calorías, el cuerpo te pide el segundo, estadísticamente. Y no es que el ssegundo lleve más cosas ingredientes, no.
Pues coge agua: calorias, cero. Añadamos calorías: azúcar; a lo sencillo. Pero llega un momento en que la bebida está demasiado dulce, y no hace falta mucho azúcar para llegar ahí. Añadimos burbujitas. El dióxido de carbono cosquillea la lengua y ésta cree que la bebida es más ácida de lo que es en realidad, y el paladar tolera más azúcar.
Pero para acidular la bebida, el rey es el ácido cítrico, o en su defecto el limón.
A nuestro agua azucarada con burbujas le añadimos limón. 33cl de agua con una cucharada de postre colmada de azúcar, ya me parece muy dulce, pero si le añado el zumo de un limón, la cantidad de azúcar necesaria para que siga sabiéndome dulce es de cuatro cucharadas.
¿Se puede añadir más azúcar? ¡Claro que sí! Enfriando la bebida. Los alimentos fríos se fabrican con más azúcar porque el paladar no funciona muy bien con temperaturas bajas, y el dulce, si es helado, sabe menos dulce: intenta comerte la sopa que queda de un helado derretido.
Y ahí tenemos nuestra bebida hiper calórica.
A parte del azúcar, a nuestro cuerpo también le gustan las grasas: otra forma de obtener calorías rápido.
Pero sólo con grasas o aceites llega un punto en que ya sabe a grasa. Pero se puede remediar añadiendo un emulsionante, que divide la grasa para que sea soluble y se pueda digerir, como por ejemplo, de nuevo nuestro amigo el ácido cítrico, o limón. He aquí nuestros amigos los asados con limón.
La harina es un excelente absorbedor de grasa: fritos empañados, mantecados, polvorones, rebozados... También el huevo, y casi la estrella, tras el pan, es la patata.
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