Para los que han nacido en la era de los MP3, los CD's son las siglas de Compact Disk, el soporte de audio digital que patentó la compañía Philips y que se lee ópticamente mediante un láser, por lo que su reproducción no lo desgasta.
Mi última compra ha sido la banda sonora de la película "Seis días, cinco noches", compuesta por Michael Nyman.
La razón de comprar el CD es que me aseguro de que el artista reciba dinero por su trabajo, animándole a hacer más.
Además, obtengo un objeto físico que demuestra mi derecho a disfrutar de la obra, en un equipo de música, ordenador o móvil, que puedo revender, regalar o dejar en herencia.
Esto último no lo podría hacer si lo hubiera comprado, por ejemplo, en la iTunes, porque ahí las adquisiciones del derecho son personales e intransferibles, y en el mejor caso necesitas de la colaboración de Apple para recuperar el acceso a la cuenta del fallecido, aunque seguirás sin poder transferir esos derechos a nadie.
Si no recuperas el acceso a la cuenta del fallecido, la música que compró queda inaccesible, como si desapareciese el derecho adquirido, al haber desaparecido el sujeto propietario del derecho.
Este fue una de las grandes novedades de Steve Jobs. O sea, revender lo mismo una y otra vez, que se hacía, pero con una vuelta de tuerca más: que no sea transferible.
Por eso sigo comprando CD's, para que estén a mano, sin necesitar la colaboración de ninguna empresa que pueda cambiar de política.
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