¡Claro que sí!

La sentencia a los que, hartos de politicos embusteros, zánganos y desleales a sus deberes, se tomaron una suave justicia por su mano no ha gustado, a los
zánganos.

No apruebo la violencia pero la comprendo, aunque no la justifico ni la comparto, en aquellas personas a las que no les queda o no se les deja otra opción.
A pesar de eso me resultan hilarantes dos detalles.
El primero es que no les guste la sentencia. Quizás preferirían haberla dictado ellos mismos, como hace el gobierno central de España al trasladar delitos a faltas y así poder decidir sanciones sin mediar un juez. También quizás les pareciera más adecuado el sistema dictatorial. Con seguridad les sería más satisfactorio y libre, para ellos y ellas, políticos y políticas (no hablo de género).

Tampoco encuentro justa la sentencia, si todo funcionase como debiera, pero dadas las circunstancias me parece justa y me produce una risita persistente eso de que a ellos les resulte indignante.

Parece ser que no les gusta el caldo de su propia olla ni la división de poderes, o sea, la democracia.

La otra cosa que me alegra el día es ver cómo se apropian del lenguaje que les define ("indignantes") y lo usen para definirse, cambiando de repente el lado desde el que se les identifica ("indignados"). Bueno, ellos lo intentan, como en tantas muchas otras ocasiones. Pero ya se sabe: el hábito no hace al monje ni la palabra la cosa.

Pero ellos lo siguen intentando, que es gratis.
Otra cosa que me quita horas y más horas es qué resultado daría si el CIS hiciera las siguiente pregunta:
Si al borde de un precipicio viera que dos personas están solo aguantándose con una mano y solo pudiera usted salvar a una ¿a cuál de ellas salvaría usted?  Una es un médico y la otra un politico.

Al menos el primero hace un juramento y lo cumple.

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