Cuando Francia cede y acepta algo injusto y que tuerce sus ideales nos demuestra que ya no los tiene. Francia ya no es lo que fue. Acostumbra a suceder, por desgracia, cuando políticos sin principios tienen que defender precisamente eso; principios.
Pero si Francia no es lo que fue, el Vaticano tampoco es lo que dice ser. El Papa no deja de ser un político, que dice una cosa y hace otra. "Si una persona es gay, y busca a Dios...¿quién soy yo para juzgarla", dijo el Papá.
Juzgarla no, pero tampoco como la quiere como embajador de Francia.
Feo. Muy feo en ambos casos.
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