Hay que diferenciar cuándo las siglas son adecuadas y cuándo no son más que pompa innecesaria. Por ejemplo, cuando se comenzó a ver la importancia de la investigación y desarrollo en las empresas se abrevió como I+D. Estas siglas ahorran espacio, letras y cumplen con su función. Además la unión de estos dos conceptos como una unidad y aplicado a las empresas era algo digamos que relativamente nuevo o al menos no se había hecho nunca antes tan explícito.
Tras un tiempo de utilizar las siglas "I+D" hasta el hartazgo y hasta a punto de hacernos vomitar, alguien quiso darles un aire fresco añadiendo otra I para innovación ( I+D+I), que se vendía como toda una nueva revolución conceptual, cuando la innovación ya está inplícita en la investigación y desarrollo. Pero eso permitía llamar la atención de los que conocían el I+D pero no el I+D+I y les hacía preguntarse qué era esa última I y por qué ellos no lo sabían, temiendo estar "fuera de la onda" y parecer unos catetos, cuando el cateto era precisamente el que pronunciaba I+D+I.
Algo parecido ocurrió con la web. A partir de un cierto momento se vio que el desarrollo de la web ya no se parecía demasiado a la web original y para diferenciar los dos estilos a la segunda alguien comenzó a llamarla web 2.0, utilizando el sistema de numeración de versiones. Esto causó furor entre los amantes de la pompa y lo insustancial que pasaron a aplicar el "2.0" a cualquier cosa a la que querían darle un aire de modernidad: las cebollas 2.0 son mucho mejores que las cebollas a secas. Pero no les bastó con el 2.0. Alguien comenzó a utilizar el 3.0 y ya de ahí en adelante ignorante el último.
Otra joya de la comunicación es el "know-how", literalmente "saber cómo". Es decir, el buen saber hacer de toda la vida, el conocimiento práctico, la experiencia. Pero "know-how" queda mucho más chic, más lejano, no al alcance de cualquiera.
Si sabes hacer un huevo frito eres un "matao", pero si tienes el "know-how" culinario de los huevos de eres un crack. Ahora el experto no tiene pelados los cojones de haces algo, ahora tiene "know-how".
En informática aparecieron las siglas I.T. (Information Technologies) que siempre quedaba más misterioso que no soltar el sobado "informática". Luego alguien lo castellanizó como "T.I." (Tecnologías de la información) y ya fue la repera cuando alguien dijo "I.T.C." (Information Technologies and Communication).
Los departamentos de informática pasaron a llamarse "Proceso de datos" o "Departamento de IT", mezclado castellano e inglés y resultando en un monstruo sobre el que el mismo Cervantes vomitaría. Todo muy representativo del nievelazo de quien las usa.
También en informática se habla de "wintel" para referirse a ordenadores que utilizan el sistema operativo Windows y procesadores Intel, haciendo un refrito de las dos palabras para obtener "wintel", que así parece que estás hablando de algo rabiosamente novedoso en lugar del puñetero PC de toda la vida y sus derivados, aunque muchos de ellos ni siquiera utilicen procesadores de la marca Intel. Toda esta gente es gilimposa, de unir gilipollas y pomposa.
Pero no sólo es en el ámbito técnico. La denominación de los cargos y departamentos también sufre esta lacra. Periódicamente empiezan a salir como setas nuevos nombres según la moda y prestigio que tenga la palabra por lo que se haya visto en otros sitios. El director de siempre pasó a llamarse gerente y últimamente se le llama C.E.O. (un ceo a la izquieda), aunque también se les puede llamar consejero delegado , ejecutivo delegado, jefe ejecutivo, presidente ejecutivo, principal oficial ejecutivo. Y para gustos, los colores. Y si quieres lo pintas de azul y lo llamas pitufo, pero sigue siendo el director de toda la vida, el que te manda y tú haces.
Y hasta en las comidas. Si te comes un risotto eres un sibarita. Pero si te comes un arroz eres de casi de pueblo y te miran los pies esperando encontrar unas alpargatas.
Y todo por aparentar más de lo que en realidad se es. Triste.