Voy a exponer tres casos que muestran este tema en toda su envergadura: primero dos normales y luego la perla autóctona.
Caso ejemplar 1: Grand Central Terminal de Nueva York.
En la estación de trenes Grand Central Terminal de Nueva York si la policía local te ve haciendo fotos con un trípode te informa con exquisita amabilidad de que para hacer fotografías con un trípode es necesario un permiso y te indican en qué oficina de la estación te dan ese permiso. Allí te piden tu nombre, tu D.N.I., en qué área vas a hacer las fotos y te indican que la realización de las fotos no puede obtaculizar el paso de viajeros: todo de sentido común.
Ya que vas a realizar una actividad que no es a la que está destinada el recinto, ellos te piden ser informados, te autorizan para que todos los empleados estén al corriente (te ponen una pegatina conforme estás autorizado) y evidentemente tu actividad no puede estorbar a la actividad que es la razón de ser del recinto. Todo perfecto. Sin más obtienes unas preciosas fotografías de la estación para que hagas con ellas lo que mejor te venga en gana.
Caso ejemplar 2: biblioteca pública de Nueva York.
Siguiendo en la misma línea, si visitas la biblioteca pública de Nueva York y preguntas si puedes hacer fotografías, amablemente te indican que sí puedes, aunque no con trípode porque podrías molestar a los usuarios de la biblioteca, y sin que se fotografíe directamente a la gente allí presente. También todo de sentido común. Y obtienes unas bonitas fotos para hacer lo que te plazca.
Ahora vamos a este lado del Atlántico y antes de llegar al Mediterráneo a ver cómo son aquí las cosas.
La perla autóctona: biblioteca del Dipósit de les Aigües de la universidad Pompeu Fabra
Comociendo cómo son aquí las universidades y sus funcionarios en general, uno envía un correo electrónico a la universidad Pompeu Fabra preguntando si es necesario algún tipo de permiso para hacer fotografías de la bliblioteca que está situada en lo que antiguamente era un depósito de aguas. Al día siguiente responden preguntando cuál es la finalidad de las fotografías y dónde serán difundidas. Uno les responde que son para fines comerciales y dónde se publicarán. Dos días después responden un escueto correo cuyo cuerpo contiene una única frase indicando que "su solicitud a sido desestimada". Sin más, con una frase y dos cojones.
Viendo lo entregado que estaba ese funcionario a su trabajo me decido a ir al sitio para preguntar allí mismo y enterarme si la desestimación se debía al trípode, al uso comercial u otros motivos pseudomísticos.
Sorprendentemente me atiende un señor, que no parecía estás muy al corriente de qué debía hacer en estos casos, pero que obtuvo sin pedirlo la muy colaboradora ayuda de una compañera suya que amablemente me aclaró que el permiso para fotografiar el sitio era únicamente para fines no comerciales. Y como soy curioso le pregunté que si fuera para venderlas qué debía solicitar. La mujer me informó que tienen unas tarifas para el alquiler de espacios y otros usos y me dio una tarjeta de su departamento en la que anotó a mano su correo electrónico por si quisiera hacerle alguna otra consulta. De hecho, durante la gestión de la autorización para usos no comerciales llegó a exclamar a su compañero "!No puede ser tan complicado!".
Más tarde, le comuniqué por correo electrónico a aquella mujer que las fotografías no podían enviarse ni siquiera a la Wikipedia debido a las condiciones de uso con las que se autorizaron, por si querían replantearse dichas condiciones. La mujer me contestó en un correo de tono un poco seco recordándome que el primer funcionario ya me denegó por correo electrónico el permiso para realizar las fotografías (recordemos que en ese caso eran para uso comercial) y que por lo tanto no tenía permiso para difundirlas (recoredemos que en el segundo caso el uso no era comercial,pues eran para la Wikipedia). Al responder a la mujer poniéndola al corriente de las diferencias entre las dos peticiones y pedirle en qué condiciones la universidad Pompeu Frabra autorizaría la difusión de las fotografías, respondió agradecéndome las explicaciones y que debía consultarlo la siguiente semana con la directora del campus (Anna Sala March). Un mes después, al no haber recibido respuesta, volví a en enviarle un correo preguntándole por el asunto pendiente y lo único que recibí fue silencio administrativo.
Me llama la atención que siga habiendo empleados públicos así, ejemplo de altivez, desgana y dejadez con la que muchos atienden sus funciones y a quienes habría que recordarles con el dedo índice cuáles son estas y qué es un cargo de atención pública.
Entendería que estuviese prohibido hacer fotografías en esta biblioteca si fuese un lugar privado, que no lo es, o inluso si el autor de la remodelación tuviera derechos de imagen sobre la obra, algo absurdo y fuera de lugar si la reforma ya se proyectó como obra pública.
Que la universidad Pompeu Fabra restrinja de esa forma el uso de las fotografías de un lugar público que data de 1874 cuando en Nueva York no ponen problemas a lugares de 1895 es sencillamente bochornoso.
Y la cosa tiene más miga: con las condiciones en las cuales se permite hacer fotografías de esta biblioteca no es posible ni siquiera donarlas a la Wikipedia, ya que ésta requiere que no se restrinja el uso para el que pudieran utilizarse.
Más grave es aún el tema cuando precisamente la biblioteca está catalogada como Bien de Interés Cultural Local incluido en el Catàleg de Patrimoni Arquitectònic de Barcelona (código 08019/3023).
Así que esta es la forma en que la universidad Pompeu Fabra contribuye a la difusión de la cultura catalana. En la Wikipedia sólo hay dos tristes fotografías del interior: una hecha con una cámara compacta y otra con una resolución de vértigo: 250 × 188 píxeles.
Y para terminar, lo que de verdad no debería permitirse es que el suelo en una biblioteca chirrie, como le sucede a esta.