Érase que se era un país donde los embustes y las mentiras de los políticos llegaron a ser tan descomunales que los ciudadanos recuperaron los castigos físicos para los políticos que faltasen a la verdad.
Por cada embuste se le darían cinco miseros azotes en el culo. Eso sí, se le darían en una plaza pública, con los pantalones bajados y el culo en pompa. Al inicio del acto institucional se le subiría a un estrado, se le dejaría el culo en posición, fuera verano o invierno, sonaría el himno de España, el de todas las comunidades autónomas, el himno de la alegría y luego los cinco azotes.
Con el culo helado en invierno y escaldado en verano además de un poquitín dolorido ya no se sentían tan cómodos en sus sillones.
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