Lamentable: el primer ministro británico no encuentra mejor argumento para convencer a los escoceses de que no se independicen que decir que eso "le rompería el corazón".
¡Claro que sí señor primer ministro! Todos somos gilipollas y basamos nuestras decisiones en función de su lacrimogeneidad.
Permítame decirle que es usted un campeón.
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