Ayer veía la película "The beautiful fantastic" y me recordaba un poco a Amelie, el sumum de los cuentos bonitos, cuentos con final feliz.
Cientos edulcorados, bonitos pero muy, muy, edulcorados.
Porque solo hace falta mirar alrededor y ver lo equivocados que están. Pero son agradables de ver por el realismo de su probabilidad. Amelie es sangrantemente posible, sin elementos mágicos o irreales.
Y es ese aura de posibilidad es lo que lo hace tan triste, porque podría ser, pero no es. Y no por impedimentos reales sino por falta de voluntad humana.
Para colmo, Amelie juega precisamente con ese descorazonamiento, de que podría ser y no es, varias veces, cuando se derrama metafóricamente en un charco de agua, en la estación de tren. Y lo hace muy realísticamente. ¿Quién no se ha sentido así alguna vez? ¿A quien no se le va caído alguna vez el mundo a los pies?
Jean-pierre Jeunet lo bordó, dejándonos donde ya estábamos, en la inexistencia de esa probabilidad posible.
En cierta forma, es lo que lleva haciendo el cine durante prácticamente toda sus inexistencia, mostrándonos historias que, aunque posibles, son muy poco probables, en la práctica imposibles. Y nos entusiasman aunque nos sigan haciendo trizas el corazón. Cuentos imposibles con final feliz.
Porque en la versión realista de Amelie, ella sería bastante menos agraciada, su casero bastante más listo, el que recoge las fotos rotas, un pedazo de freak con algún trastorno, el ciego le pediría incansable y avariciosamente cada día su tour por el mercado, dejarían de venderle fruta por piezas, y todo con un aire así.
Con la música sucede algo parecido: proyecta unos sentimientos en una sucesión que rara vez, por no decir nunca, suceden. ¿Alguien se ha sentido como en la canción "A la folie" de Michael Nyman? Yo jamás. Pero parece que si es posible sentirlo, también es probable que exista algo que lo cause.
La última vez que casi se me saltan las lágrimas fue al hacer una fotografía y ver cómo había quedado en la pequeña pantalla de la cámara. Me emocionó más que el comportamiento que veo a diario en las personas. Una fotografía que no dejaba de ser un cuento de la realidad, una versión recortada, enmarcada y edulcorada, sin todos esos elementos sórdidos que acostumbran a acompañar a los humanos.
Y es que los seres humanos me dejan mucho que desear, en general. Solo de vez en cuando veo un brillo entre toda la negrura.
Esta realidad que me parte el corazón a diario, porque algo mejor es posible, pero nadie parece tener la voluntad ni siquiera de quererlo.
No veo gente con intención de ser mejores personas. Solo gente buscando únicamente su propio beneficio, aunque sea arrasando por el camino lo que precisamente nos distingue de los animales: la humanidad.
Pero al fin y al cabo al menos nos quedan los cuentos bonitos y la esperanza de que algún día lleguen a ser.
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