Bienvenidos al capítulo 3 de este curso exprés para directivos.
Hoy voy a iluminar a esos directivos con un concepto equivocado de su trabajo lo cual les lleva a hacer el ridículo y protagonizar las escenas empresaciales más incómodas.
El primer error se basa en el la aseveración de "el director tiene que saber de todo". Es como si el director tuviera que saber hacer lo que hacen sus subordinados. Evidentemente esto no es así, pero ¿por qué sus subordinados tienen esa idea? Básicamente porque cuando se le informa al director de un problema o característica sobre un trabajo, el director con frecuencia ignora estas informaciones, dirigiendo el proyecto en línea recta al precipicio. Si el director obra de forma contraria a lo que se le indica, esto implica que los conocimientos del director deben de ser más acertados que los del de "abajo", pero el de "abajo" sabe que no es así por que está viendo ya el borde del precipicio. Eso sí, el director no admite discuciones y si hay que ir de cabeza al precipio, se va: para colmo luego será culpa del de "abajo".
Por lo tanto el director cree que tiene razón por ser director y el de "abajo" sabe que no. Esto aboca a una espiral en la que el director cree que cada vez tiene más razón y el trabajador cree que el director cada vez sabe menos.
El director aprovechará cada ocasión que se le presente para dar a conocer sus conocimientos y buen criterio, llevándole este en última instancia a hablar y opinar incluso de lo que desconoce, asomándose peligrosamente y sin sujeciones por la ventana de la ignorancia que da al mismo precipicio que mencionaba antes.
Un ejemplo es el de un director de una empresa de software que en una reunión donde se discutía si utilizar un sistema operativo de 32 o uno de 64 bits, teniendo en cuenta que el de 64 era más nuevo y por lo tanto menos probado, dijo que el de 64 bits ya era fiable, que él tenia un USB de 128.
Mientras tanto, el trabajador analizará concienzudamente cada palabra y acto del director para confirmar su creencia de que "no sabe de nada".
La forma de salir de esta espiral es que el director asuma que no sabe de todo y que sus decisiones deben estar fundamentadas en la información que le provean los trabajadores y los que a su vez le dirigen, explicándoles a todos el porqué de las decisiones, sean aparentemente o no contradictorias con lo que le han informado y sugerido.
Esta es una de las cosas que se enseñan en otros "cursos para directivos" en los que se inculca a los directores la idea "deja que en las reuniones hablen los trabajadores y que expresen los problemas porque ellos mismos te darán las soluciones".
La mala interpretación de esto lleva a, y he sido testigo, que un director llegue a una reunión y diga "Bueno, empezad a hablar. Yo no voy a decir nada" y quedarse tan fresco, a lo que a uno le viene a la mente la posibilidad de decirle "Bueno, pues para eso vete y ya te contaremos de lo que hemos hablado".
Falta añadir que el director es el aglutinador de todas las ideas, no
sólo las de los trabajadores, y que debe hacer llegar sus razonamientos a
todos los que le hicieron llegar una. Esto da a conocer a todos los que colaboraron que su idea no sólo se ha tenido en cuenta para la decición sino que además se le explica porqué la decición coincide o no con la suya.
Esto incentivará que los trabajadores expongan problemas a la vez que soluciones y es el director el que debe amasar toda la información, sopesarla y tomar una decisión.
A todo esto, al trabajador podría asaltarle la pregunta "Si no sabe de todo, ¿por qué cobra más que yo?" Porque su trabajo es dirigir, no realizar. Debe ser capaz de escuchar, entender, valorar y decidir.
Otra cosa son los directores de pega, que son meros ejecutores de las órdenes que les llegan. Estos son jefes, no directores, y un jefe puede ser perfectamente sordo a cualquier comentario puesto que su función es ejecutiva.
Si un director ignora reiteradamente las advertencias de sus subordinados a la vez que sus decisiones se muestran equivocadas y para colmo se hubieran podido evitar teniendo en cuenta las advertencias que se le comunicaron... es hora de cambiar de director o llevarlo a un curso exprés.
En el próximo capítulo trataremos el "exprime, exprime que aún queda más".