La sumisión como forma de evitar la confrontación es más habitual de lo que uno mismo pueda
pensar. De hecho, esa es la definición de sumisión.
A veces no lo reconocemos como sumisión porque los deseos del otro no nos parecen gran cosa y no nos supone un esfuerzo ceder. Más inquietante es cuando cedemos simplemente porque no nos prejudica, ni conocemos qué beneficio saca la otra parte y para colmo ni nos molestamos en averiguarlo.
Un ejemplo es cuando respondemos casi de forma automática a las preguntas que nos hacen en las cajas de pago de IKEA. ¿No recuerdas qué pregunta es? "¿Código postal?". Ni siquiera hacen una pregunta con verbo, sujeto y predicado. Ni un "por favor", "podría" o "sería tan amable". A bocajarro. Y fascinantemente la gente contesta como robots.
No he visto ni conozco a nadie que haya respondigo "¿A ti qué te importa?" o un amable "¿Para qué quiere saberlo?". Ni los empleados de IKEA deben de saber para qué lo preguntan, pero yo tengo una sospecha. Así que contesto "28014". No sé a qué barrio de Madrid corresponde, pero espero que abran allí un IKEA y sus gentes prosperen y tengan trabajo. Y si no, aunque sólo sea por ver la cara de la cajera, ya merece la pena.
Ahora revisa cuántas veces eres sumiso al día y asómbrate, sobretodo si vas a IKEA y miras un rato las cajas de cobro.
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