Cuando alguien demuestra reiteradamente una actitud uno debería comenzar a sospechar con fundamento que la actitud no es fruto de la casualidad sino parte de su carácter, una cualidad.
Esto es precisamente lo que ha ido sucediendo a los Estados Unidos de América con respecto a la protección de las comunicaciones: sus gobiernos hacen leyes que luego violan sistemáticamente.
La reiterada violación de estas leyes indica no sólo el desprecio por la privacidad de las comunicaciones si no también al sistema legislativo y la traición de sus gobernantes a los deberes de los poderes que sus ciudadanos les delegan. La hipocresía y cinismo políticos.
En pocas palabras: yo te digo lo que quieras porque luego voy a hacer lo que me venga en gana. Algo, por otra parte, muy británico.
Como la gran mayoría de las veces la excusa es que lo hacen por el bien del país, que curiosamente es el mismo argumento que el de cualquier dictadura. Y las intenciones puede que sean buenas, pero un poder que mana del pueblo pero que no está sujeto a la sanción del pueblo está irremediablemente destinado a corromperse. Y una vez corrupto hará todo lo que esté en su mano para perpetuarse, incluso pasar por encima del pueblo que confió en él.
El caso de España es aún peor. No sólo se violan leyes (por ejemplo el derecho a la vivienda que protege la Constitución) sino que se hacen leyes claramente sesgadas en favor de los intereses de unos pocos. También simulacros de leyes, como promete ser la futura ley de transparencia, en la que ya hay muchas partes que se dejan bien opacas y fuera de ella por el interés de perpetuar los privilegios de los que están traicionando a los ciudadanos.
Me sigo preguntando de qué forma podríamos desinsectar el estado.
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