Pocas cosas son tan sencillas como entregar un paquete y tan desesperantes como recibirlo por SEUR.
Intentan entregarlo una vez. "Mala" suerte: no te encuentran en tu casa, como si estuvieras ahí las 24 horas del día, sin nada más que hacer que estar esperándoles.
¿Para qué llamarte para saber cuándo pueden entregarlo? ¡Bah! Mejor lo volvemos a intentar al tun-tun. Y tampoco te encuentran, que nadie lo hubiera dicho.
Y te envían un correo electrónico, para que "gestiones" tu envío, pero en esa web no hay nada para hacerlo: solo puedes ver cuándo han intentado entregártelo.
Curiosamente, el teléfono de contacto es un 902, teléfono de tarificación especial, con un coste mayor que el de una llamada nacional, donde SEUR gana un dinerete a base de su propia incompetencia para hacer su trabajo: entregarte tu paquete.
Buscas cuál es el teléfono nacional equivalente, llamas y lo que aparece en el otro extremo es un sistema automático que no da pie con bola.
Después de una llamada de seis minutos intentando que que sistema reconozca todos las letras y números del identificador del envío, el sistema, incapaz de reconocer el código, te indica que te pongas en contacto con el remitente. Ole.
Vueeeelves a llamar y esta vez sí logras que lo reconozca. Entonces te da la opción de recoger el paquete en una tienda.
¿Por qué narices no lo hicieron tras el primer intento de entrega? Es un misterio que solo las civilizaciones sumamente avanzadas podrán entender.
El sistema te pide tu código postal y te dice el nombre y dirección de la tienda más cercana. Esto estaría bien si no fuese porque la voz grabada parece ser la de una cocainómana de bajón tras tres días de fiesta y con tres uvas en la boca, por lo que no consigues entender nada, pero igualmente aceptas la entrega ahí, con la esperanza de recibir una notificación donde sí se entienda.
Por fortuna, así fue y como terminó la puñetera odisea de recibir un paquete con SEUR.
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