¿Por qué les escuecen tanto los chistes a los políticos?

Censura. Estamos en una epoca, sobretodo en España, donde los chistes escuecen, y mucho, a los políticos.

También en Rusia, que merece su propio párrafo, dónde hacer chistecillos sobre Putin es directamente ilegal. Después de los descacharrantes memes de Putin montado a caballo a pecho descubierto, el gobierno ruso tomó "medidas".

Y es que no hay nada más risible que cuando alguien pretende elevar su figura, decir que es más y mejor que los demás, y lo que consigue es justo lo contrario, quedando como un patán.

Lo hemos visto con todos los que han tenido poder: Putin, Trump, Felipe González, Aznar, Felipe sexto… Todos han tenido sus chistes, y les escuecen una barbaridad.

Porque esos chistes "atentan" contra su más preciado querer: su ego.

Y la medicina para los egos descomunales son los chistes, que con poca información y muy precisa, los ponen de golpe en la realidad. Como diría nuestro queridísimo ex ministro de interior en una de sus conversaciones más célebres, "Es un torpedo bajo la línea de flotación".

Los "poderosos" desconocen su bis cómica natural que surge de su falta de realismo, de su percepción tan distorsionada de la realidad.

Viven felices en su percepción de ser grandes personajes, de estar haciéndolo requetebién, hasta que llega el chiste que, de un guantazo intelectual, los sientan.

Y eso duele. Pero a los que tiene  poder les duele con una intensidad mayor, de tal manera que llegan hasta a prohibirlo si está a su alcance: la censura.

Personalmente, me produce risa floja cuando alguien intenta parecer magno y no ve el espectacular ridículo que está haciendo. Y normalmente es gracias a los lameculos que suelen rodearlos y que reafirman ese desmesurado ego ajeno para su propio beneficio.

Me gustaría conocer, por ejemplo, de quién fue la idea de que Putin se hiciera la foto "salvaje" a caballo y descamisado, quién le dijo "ponte así", y a quién le pareció una excelente idea publicarla. Y tampoco me extrañaría que esas tres personas fueran la misma, el propio Putin.

Pero las limitaciones en un proyecto son el abono de la creatividad. La censura es un estupendo abono que no solo consigue afilar la ironía sino que con remarcable frecuencia es ciega al chiste y no llega a percatarse de que se la están colando, lo que aumenta la gracia del chiste y aún deja en peor lugar al objeto del mismo y al propio censusador.

Los chistes mordaces a la autoridad son la mejor herramienta para poner las cosas en su sitio.

Mientras tanto, la justicia española se dedica a perseguir chistes "ofensivos", cuando los demás tenemos que aguantar estoicamente las ofensas intelectuales de políticos, economistas, banqueros y religiosos. Porque lo de estos no es ofensa sino su "realidad", por muy ofensivamente errónea que sea.

Que viva el chiste.





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