Gallina Blanca tuvo éxito con sus pastillas de caldo después de la guerra civil española porque permitía obtener un "caldo" a un precio muy bajo: una solución aceptable en una situación difícil económicamente. Pero de ese "caldo" al casero hay un abismo.
Más tarde Gallina Blanca apareció con un caldo ya preparado en Tetrabrick que no tenía aquel sabor artificial. Tampoco era casero pero era muy aceptable. Y tuvo éxito. Abrió un mercado hasta entonces inexistente: caldos preparados.
Y entonces aplicó una de las mejores técnicas para hundir un producto en el mercado: rebajar la calidad del producto, volviendo a aquel sabor químico, y mejorar el envase con más colorines. Como si lo que te comieras fuese el envase y sus clientes fuesen tan imbeciles como para no notar la diferencia.
Otras empresas como Aneto tomaron nota del nuevo mercado y también crearon su propio caldo, de bastante mayor calidad, más caro y en un envase austero.
La consecuencia es que en los supermercados podemos ver filas interminables de los Tetrabricks de Gallina Blanca, que nunca faltan, y una cantidad más normal de los de Aneto, que a veces se agotan.
Cuando estás delante de la estantería me pregunto "¿quiero pagar por un caldo o un aguachirri?". Y siempre gana el caldo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario