En cada época quienes tienen dinero y han querido hacer ostentación han encontrado la forma de hacerlo.
En otra época fue con las fuentes ornamentales de agua: tengo agua suficiente como para usarla de decoración.
Y en todas se caracterizan por su poca utilidad y coste económico. Para muestra el obelisco ondulante de Madrid, hoy más tieso que un palo de escoba.
En la actualidad hay una muy común que son las ventanas que solo se pueden limpiar desde fuera y tienen que ir escaladores profesionales a limpiarlas descolgándose desde las azoteas.
¿Es necesario? No. Al arquitecto "guay" no le costaba mucho hacer que se pudieran abrir (aunque fuese con llave para evitar que algún tonto se caiga), pero era más chulo que no se abran, tirar a toda mecha de aire acondicionado y que las limpien fornidos escaladores.
Otra más y muy reciente: hamburguesa con oro.
Para quien aún no lo sepa, el oro es un elemento muy poco reactivo, por lo que puedes comerlo. No te hará daño pero tampoco ningún beneficio. Es literalmente tirar el oro al retrete. ¿Para qué? Pues para darse importancia. Porque quienes comen semejante estupidez se sienten especiales mientras lo mastican y mientras se lo cuentan a otros en persona o en cualquiera de esas mierdas llamadas redes sociales.
Esperemos que estas modas no se pongan aún más absurdas, pero no tengo mucha esperanza.