Poli bueno, poli malo. Concursante idiota, concursante más idiota.

Las películas no dejan de enseñarnos cosas. Es lo que tienen los cuentos y las fábulas, que nos dan información sobre cosas que no hemos vivido, incluidas cosas que no han sucedido pero que podrían suceder. Aun así hay que oír los cuentos y ver las películas con precaución para no caer en errores como creer posibles cosas imposibles o directamente creer que personajes que sufren de grave histrionismo, como una de las protagonistas de la serie "El barco", es algo normal y no enfermizo.

Los roles de poli bueno y poli malo nos es muy familiar, incluso el de poli malo y poli peor. Algo parecido sucede en el programa " Adán y Eva": nos ponen delante una cretina y a un cretino. Luego se les une una cretina más y cuando parece que hay buen rollito entre dos de ellos, meten a un cretino más y podrías llegar a pensar que el que es menos idiota es el normal, pero no: no ha dejado de ser idiota desde el principio, solo que es el menos idiota de los cuatro.

Y eso es lo que enseñan este tipo de programas, como en su momento Gran Hermano: que ser gilipollas es normal y hasta se gana dinero siéndolo.

Las películas dejaron de ser inocentes y de ser educativas cuando el productor tenía la intención de darles la mierda que reclamaba el público (lo que me llegué a reír con la escena de "give us our shit" en la película "The interview") y cuando se dio cuenta además que podía utilizarlas para influir en la opinión pública para su propio beneficio, el del productor o sus periféricos, no el del público. Qué enormes destrozos han hecho las películas románticas.

Y programas como Adán y Eva nos enseñan que ser un imbécil es lo normal.

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