Éxito. Eso es lo que nos mueve, aunque cada uno tiene su propio concepto de éxito.
Entre las estrategias naturales para el éxito está el engaño, el aparentar más de lo en realidad se es. Y los seres humanos, en general y profusamente, también lo hacen, por mucha ética que se suponga que tengamos en comparación al resto de animales.
Porque aparentar requiere menos esfuerzo que ser realmente lo que se quiere aparentar, llegando a veces a aparentar lo que incluso no se puede ser.
Para muestra, los tintes de pelo, el maquillaje o los tacones.
También cuando alguien se hace una foto junto a un coche o una moto "superchula" de la que no se es el propietario, o junto a alguien famoso ("yo tengo relación con esto.") o en un lugar caro, exótico o lejano ("Yo puedo estar aquí.").
Habría que ver lo que comen a diario todas esas personas que suben tantas fotos de platos de restaurante en Instagram.
En publicidad, relacionar un producto con otra cosa que ya tiene un prestigio, es de lo más frecuente.
Por ejemplo el laxante Dulcolaxo, en pocas palabras un producto para hacerte cagar y de por sí un tema poco "glamuroso", se anuncia con siguiente frase:
— "En ingeniería sabemos lo importante es que un sistema funcione como un reloj".
Y no hay mejor antídoto ante estas fantasmadas que tomárselas al pie de la letra.
Vamos, que veo el anuncio y entiendo una de dos cosas: o que el producto está destinado solo a ingenieros o que solo los ingenieros tienen problemas para cagar.
Pero en el ser humano no solo se aparenta físicamente, también con habilidades.
Desde que en Matrix pareciera el personaje del "Arquitecto", los informáticos adoptaron la palabra como "rama de especialización".
Porque ser "arquitecto" tiene las connotaciones "guays" que suelen tener los arquitectos de edificaciones, rodeados de ese aura absurda, al igual que, por ejemplo, los diseñadores.
Porque suena más "guay" decir que uno es "arquitecto" que ingeniero: los primeros son "guays" mientras que los segundos son unos "freaks" que "hablan de numeritos y cosas que no entiendo".
También se aparenta con el vocabulario.
Cuando para hablar de un puñetero simple problema se lo califica como "problemática", se le está dando más importancia a la cosa de la que tiene, con la esperanza de que el interlocutor caiga en el error de creer que no es consciente de la magnitud del asunto y que quien pronuncia la palabra sí y debe entonces tener más conocimiento: normalmente se está atribuyendo más capacidad de la que tiene.
Y escrito es aún peor.
Cuando alguien comienza a incluir siglas por todo el texto o a hablar de "un" seguido de una marca, haciendo como que le es tan familiar el tema que no necesita explicitar la cosa y le basta con la marca, y más si sabe que el oyente no conoce los términos, denota lo gilipollas que es. Así, sin más.
Es gente que no habla para que se le entienda, si no para dejar claro lo mucho que sabe, sin intención de compartir su conocimiento y darse pompa a todo tren.
Y ahí queda mi aportación dominguera destinada a desenmascarar a todos esos/as que se dan tanta falsa importancia.